A veces me sucede, al leer un libro o ver una película y que deja un sabor muy, muy rico, también ocurre que quedo muda, como en trance, en shock. Sensaciones tan fuertes que impiden emitir sonidos y sin embargo, en el interior, las ideas y emociones revolotean a mil por segundo. Como cuando tienes la oportunidad única e irrepetible de contemplar el rayo verde.
Así me sucedió cuando vi, junto a mi sisterna Manucita, “Venían a
buscarme”, el documental de Álvaro de la Barra. No están para saberlo pero ya
saben que se los contaré, que ni bien me enteré que estaban haciendo documental sobre esta historia, quedé helada por completo, porque esa
misma historia, pero sin que la protagonizara un niño, mi papá nos la contó muchas, pero muchas veces, a lo largo de nuestra vida junto a él.
Sinopsis.
Mis padres, militantes revolucionarios, murieron ejecutados en la
esquina de mi jardín de infancia en una emboscada. Yo crecí en el exilio,
clandestino y con la imagen heroica de mis padres como pareja y como luchadores
sociales. Ahora, yo busco recuperar mi identidad intentando así, conocerlos a
ellos.
La historia del documental.
Esas cosas raras que pasan, tenía tantas ganas de ver el documental, conocer la historia de este niño, del cual no tenía idea de su existencia, que existía un hijo, un niñito pequeño que quedó en el jardín infantil ubicado en calle Andacollo, a pasos de Bilbao, donde sus padres fueron asesinados y de ahí en más, cual obsesión, solo quise ver el documental y enterarme de su historia.
Era como una curiosidad morbosa, lo confieso, volver a revivir en imágenes lo que mi papá tantas veces nos narró. Y sin embargo, cuando llegó el momento o más bien después que la vi, las sensaciones fueron tales de tristeza, desolación, que no sé, no me arrepiento en lo absoluto de haberla visto pero...
Pensaba mientras la veía, que me gustaría conocerlo, alguna vez le comenté esta historia a un amigo, que me ofreció ubicarlo para que nos conociéramos y le contará todo, pero no acepté. Una, porque es la historia de mi papá y él ya no está para contarla con todos los detalles, los míos son solo recuerdos ya que para ese entonces, yo tenía 4 años y dos, porque me daba cosa, pensar tenerlo frente a mí, contándole algo que en estricto rigor, ni suma, ni cambia en nada lo que él ya sabe.
Es que si cierro los ojos y pienso en "Venían a buscarme", inmediatamente siento un aura de tristeza volando por el ambiente, no solo sobre los espectadores, sobre mí, sino que en la historia de este niñito, hoy un hombre grande, que no lo deja ni a sol ni a sombra. Más que mal la historia en sí es triste, un hombre que vuelve a Chile, su país y de sus padres, porque quiere reconstruir el nexo, vínculo entre él sus papás y de paso, recuperar su identidad.
Tantas ideas que van y viajan por mi mente, pienso en lo que en el documental, Álvaro de la Barra, cuenta que fue su infancia, de bebé y no se acuerda, junto a su ex tía en Francia, después la infancia y adolescencia en Venezuela, junto a su tío Pablo, hermano de su papá. Aquello de "me decían que no debía contar quien era, cuál era mi nombre verdadero, quiénes eran mis padres". Un chico tan niño, teniendo que ocultar su historia, una que a penas y conocía. Un relato de héroes revolucionarios, sus padres, de quienes sólo tenía una foto de cada uno y ninguna de los tres juntos.
De fotografías.
El tema de la foto, en lo personal, es más que una constante. Recuerdo que fue en el docu sobre "los hornos de Lonquén", que por primera vez en la vida, tomé conciencia sobre lo que significa tener una foto de tus seres queridos, sobre todo cuando éstos, han sido asesinados. En el caso de Lonquén, la señora de Maureira, no tenía fotos ni de su marido, menos de sus hijos. Y en base a retratos hablados, fue que le hicieron la primera imagen de esa familia que ya no volvería a ver más.
Después qué decir, a la hora de hacer la lista de los desaparecidos, de los 119, de los ejecutados. Uno que tuvo la suerte de vivir rodeada de familiares buenos para la fotografía y por tal, posee tantos, tantos, registros de lugares, cosas, árboles, abuelos, primos, tíos, familiares re contra muertos, onda tatara y recontra tatara...
Entonces cuando Álvaro, habla, casi al final de su documental, de la tristeza que resulta al ser hijo de estos revolucionarios, que en su clandestinidad constante, en la que junto a él vivían, no se dieron o no pudieron darse el tiempo de tomarse una foto de tres, los papás y él. Él y sus papás y lo único que tiene, es una foto de él bebé cuando estaba comenzando a levantarse y junto a él, la figura de alguien que al parecer es la mamá y una sombra, que vendría siendo el padre y fotógrafo de esa historia.
Y vuelvo a pensar en cierto día en que me peleé con una amiga porque le dije que encontraba que los revolucionarios chilenos eran unos estúpidos egoístas, porque si querían construir un mundo nuevo, pues si llegaban a esos momentos, ahí que se pusieran a tener hijos, porque dejarlos huérfanos y con este país que la verdad no se le ve el esfuerzo de esas vidas asesinadas, por ninguna parte. Obviamente que esta amiga me comió viva y me dijo, además de huevona y otros garabatos, que yo era una pequeña burguesa y que no entendía nada. Y le respondí que si, que seguramente lo era y a mucha honra, pero que en todo caso, encontraba que si todos los niños del mundo, pudieran ser pequeños burgueses como yo, al menos cumplirían con lo exclamado por José Martí: "los niños nacen, para ser felices", y no para tener unas vidas amargas, llenas de tristezas y desolaciones, ausencias y mucho, mucho sicólogo.
Que sino, miren el resultado de "El edificio de los chilenos", lean entrevista a su realizadora Macarena Aguiló, aunque su caso es extremo. Vean "El terrón de azúcar" de la hija de Patricio Guzmán y si tienen tiempo y antes que nada, vean "Venían a buscarme".
De vuelta al documental.
En materias de séptimo arte, género documental, esta cinta realmente es muy, muy buena, triste, desoladora, pero no por ello menos delicada, tierna, cálida y buenísima ¿puede algo ser bueno y triste? Sí. Con mi sisterna lo fuimos a ver a la Cineteca, donde lo están exhibiendo hasta el 4 de julio, en el microcine, hay que llegar con tiempo porque tal como lo dice su nombre, es micro y se llena con facilidad, cosa que es muy buena.
El estilo de narración mezcla la voz en off de Álvaro de la Barra, con
imágenes de él cuando se encuentra con diversos personajes de su vida familiar
y amigos de sus padres, los cuales mirando a cámara a veces y otras conversando
con él, cuentan anécdotas de sus papás y de él cuando chiquito. El ritmo es
cautivante, de toda la sala hubo una sola persona, una chica joven, que al
parecer no tenía idea de lo que iba a ver y pasó la proyección, buscando una
postura para intentar quedarse dormida, lo que conversábamos con mi sisterna
Manucita, es que tiene que haber sido una chica muy tonta, con perdón de los
mismos, porque no será de acción, no será ficción, pero la historia está tan
bien contada, tan personal, intima, es tan impresionante todo. Él, Álvaro es tan
amoroso, lindo, guapo, simpático, lo que cuentan los entrevistados aporta a
esta historia que nos mantuvo a sus fieles espectadores, en la punta de la
silla, entre sollozos y mocos.
Es del año 2016 pero vio la luz este 2018, tiene una duración que pasa volando
de 84 minutos, el guión y dirección es de Álvaro de la Barra, la fotografía de
Carlos Vásquez Méndez, Inti Briones y Jackson Elizondo. Es un trabajo cinematográfico que no hay que
perderse, tanto porque es la manera que tenemos de conocer nuestra historia,
los parajes desoladores de ésta, como porque lo bueno hay que rescatarlo y
hacerle mucha propaganda.
Y para que no digan que cuento las cosas a medias, porque si mencionas algo, debes justificarlo, aquí les dejo la historia que mi papá siempre nos contó sobre los papás de Álvaro de la Barra....
La historia que me contaron.
Corría 1974, llevábamos un año y tantito más, sobreviviendo al golpe de
Estado que derrocó el gobierno de Allende, cuando con mis padres, hermanas y yo,
fuimos a vivir a una casa ubicada en Busto 2170, en la comuna de Providencia, que
había sido de la primera esposa de mi papá.
La casa, era como las de esa parte de Providencia, es decir, grande,
espaciosa, de dos pisos, con antejardín y patio trasero, con árboles en los dos
espacios verdes, con porche adelante, de ventanales altos, techos ídem.
Llegamos a vivir, un poco para desarmarla y mandar objetos y otros a Carmen, primera mujer de mi padre y también, para habitarla,
ya que tenía el arriendo pagado hasta fin de año y como estábamos en la calle
de la amargura económica, tras la expulsión de mi papá de la Chile. Y sucede
que ésta casa, colindaba, desde el patio trasero, con las oficinas
administrativas de la Embajada de Venezuela. Y obviamente, al poco vivir ahí,
nos transformamos en los más vecinos más frecuentados del barrio, lo que
también provocaba sospechas en la cuadra, por aquello que los habitantes de por
ahí eran todos fachos, por no decir pinochetistas, que adoraban el toque de
queda y aquellas mujeres de abrigos de pieles falsas o reales, anteojos oscuros
de mujer mosca, descansaban después de tanto cacerolear en Nueva Providencia,
rogando porque los comunistas fueran exterminados. Lo que no impidió que mi
papá hiciera de enlace con cuanto compañero comunista, amigo socialista, uno
que otro mirista, para saltar la pandereta y quedar asilados en la embajada, ya
que la DINA les venía pisando los talones.
Con esta precuela, es que el documental “Venían a buscarme” se mezcla
con mi historia y nosotros en la suya. Porque el abuelo de Álvaro, era amigo de
mi papá, Don Pedro (de la Barra) como le decía y seguramente, no lo sé con
exactitud, éste señor le debe haber pedido que intercediera con su hijo
Alejandro y su nuera Ana María, para que se asilaran.
La historia que mi papá nos contaba, era justamente del día en que
asesinaron a Alejandro y Ana María. Habían quedado de reunirse cerca de nuestra
casa, pero como tardaban y la paciencia nunca ha sido nuestra cualidad, decidió
salir a encaminarlos. En esos pasos, es que escucha la balacera que estaba
sucediéndose en Bilbao con Andacollo. Ya que nosotros vivíamos en la vereda del
frente de Bilbao, a la vuelta. Mi papá alcanzó a llegar hasta Busto esquina con
Rodo, ya que el resto y qué decir Bilbao estaba cerrado y acordonado de
cordillera a centro. Al día siguiente, al leer las noticias, confirmaría que
los asesinados habían sido los papás de Álvaro de la Barra. Pero del niño no se
mencionaba nada, como tampoco mi papá nos hizo jamás referencia que estos
jóvenes tuvieran un hijo, no sé si porque no lo sabía o para no asustarnos.
Seguramente como el vinculo entre mi papá y Don Pedro, era muy fuerte,
éste debió haber usado para que mi padre intercediera con los chiquillos,
quienes además, tenían la misma edad que mis medios hermanos y así también por
lo que pasó, es que esta historia nos acompañó a donde quiera que fuimos.
De nuestra vida en esa casa, sucedió que poco tiempo después, nadie
volvió a visitarnos, tampoco volvieron a interesarse por conocer el huerto que
mi mamá tenía en el patio trasero. Aquellas personas que entraban a la casa,
nos saludaban, no se iban, pero tampoco las podíamos encontrar por ninguna
parte. Y finalmente, dejamos Busto 2170 para marcharnos con rumbo a México.
Así que no pierda pisada y vaya a la cineteca, si nos enteramos de otros lugares donde la estén exhibiendo, le avisaremos. Y si le gusta, no deje de comentarla en familia, con amigos, para que más y más personas conozcan esta importante historia.
Totalmente recomendado!!!
CALIFICACIÓN:
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FICHA TÉCNICA:
Título original: Venían a buscarme, Chile, 2018.
Dirección y guión: Álvaro de la Barra.
Género: Documental.
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FICHA TÉCNICA:
Título original: Venían a buscarme, Chile, 2018.
Dirección y guión: Álvaro de la Barra.
Género: Documental.
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