3 de noviembre de 2013

Un amor.

De la historia del cine argentino, Paula Hernández, directora, ocupa uno muy especial, aquel en el que guardas los gratos momentos vividos tras saborear historias maravillosas, de las que te llegan al alma, relatos supuestamente ficcionales y sin embargo en los cuales te sientes y ves reflejado, porque todo lo que ahí ocurre juega con el espectador a verdad, mentira, realidad. 
Y sin embargo en su penúltima producción cinematográfica UN AMOR, Hernández comete el error, que le ha bajado unos tantos puntos en el ranking de los más del cine argentino, ya que se enamoró y decidió trasladar ese sentimiento a la pantalla. Por algo dicen que el amor y el trabajo no hay que mezclarlo. Un pajarito argentino y muy querido, nos contó que la directora se flechó con el actor, Luis Ziembrowski y de ahí en más aunque digan que el amor surgió en el rodaje, todo indica que fue antes y este trabajo es una dedicatoria de principio a fin, a ese amor delante y tras la pantalla.

Entonces pasó que Ziembrowski era el protagonista y eje central de esta historia a contar. Y ahí comenzó el craso error, porque UN AMOR tenía para salvarse así misma, ya que las historias de amor siempre son atractivas, en mi opinión personal, mucho más si los protagonistas son jóvenes, porque el amor adolescente marca para toda la vida. Pues bien Hernández, quiso intensificar los sentimientos de su corazón, contando una historia que abarca 30 años. Y nos contó en hora y pico la vida de Bruno, Elisa y Lalo desde que se cononce a los 16 años, en el pueblo de Victoria, a orillas del Paraná, lo que pasa entre ellos, un quiebre abrupto y un reencuentro 30 pirulos años después.

En lo personal, creo que Hernández fue ambiciosa, debió quedarse con una de las dos generaciones de historias y no abarcar tanto, para que no pasara lo que ocurrió: 
Una, el espectador no necesariamente entendiera el juego cronológico de atrás y presente de los personajes.
Dos, que una historia se comiera a la otra.
Tres, que la elección de personajes jóvenes tuvieran tan poco que ver con los resultados 30 años después, tales como Peretti, Rogers y Ziembrowiski. 
Yo me habría quedado, a ojos cerrados, con la historia adolescente, que entre cosa y cosa es la que le da de comer a toda la trama, ya que es el eje de todo y la que le otorga energía, fuerza, coraje, sentido de unión a estos tres amigos, amantes, enamorados, sensaciones, emociones, que no logramos encontrar en la historia, de adultos, de los personajes.

Por ejemplo Ziembroski, que ultimamente nos ha tocado verlo bastante en cine y teatro, tiene una presencia fuerte, es un hombre atractivo (al menos para mi), pero hasta el momento no hemos visto que después de aparecer y marcar presencia, nos deleite con una actuación soberbia. Peretti, insoportablemente egocéntrico, como dice mi sisterna Manucita, actúa sólo para él, incapaz de conectarse con los que lo rodean y siempre personifica tarados, nerds, que son abandonados por la mujer que evidentemente él ama, pero que no lo manifiesta como se debe. Y en cambio ella, Elena Roger, si que logra insinuar y meterle al espectador el bichito que algo ocurre entre esos tres personajes. 
Ella los mira a uno y al otro, intenta interactuar con ellos, pero el resultado no es parejo y termina convirtiéndose en un monologo de tres viejos, tratando de armar una historia.
Cosa que no pasa con los actores adolescentes, que además no guardan ninguna relación física con los actores maduros. 
Lalo que es Ziembroski, de joven tenía mucho pelo y crespo, la piel tostada al sol por su trabajo, musculuso, ojos redondos y de color gris, pestañas alargadas y encrespadas. Bruno que es Peretti, solo comparte lo pálido de la piel y una nariz que será grande, más no tan grande como la actual. 
Y Elisa, la chica de la manzana de la discordia, de joven es alta, delgada, mandibulona y con los dientes de conejo separados, en cambio 30 años después empequeñece de tamaño, pierde la mandibula pero gana unos hoyuelos en la comisura de la boca y también desaparecen los dientes de conejos. O sea la persona del casting que dejé de tomar ferné porque hace mal para la vista.

Además que en esta ceguera propia del amor de Hernández por Ziembrowski, pecó y demasiado de llenar la historia de momentos "clichés", muy embarrados, obvios, que le quitaban fuerza a la historia, los cuales en su mayoría por no decir todos, ocurrían cuando Bruno, Lalo y Elisa eran grandes. 
La tensión sexual entre los dos jóvenes y adolescentes, por esta chica que llega a vivir a Victoria, no se ve reflejada 30 años después, pese a todo lo que pasó y las historias que cada uno sumó y que los marcó y dejó atrapados en un pasado vital como el de la adolescencia. 
Uno como espectador no siente esta fuerza, este amor que arrasó con todo entre ellos, que los marcó y después separó. Más parece que el espectador presenciará una nueva historia 3 décadas después, no en un capitulo independiente, sino de una. Tres personas, que tuvieron una historia en la juventud y ahora, en el presente, el objetivo es que algo pase entre el uno que siempre estuvo enamorado de la otra, ésta que en realidad siempre ha estado enamorada del tercero y ese que también la ama pero titubea. Pero de la ligazón del pasado con el presente, saludos mandó la familia.

Mala cosa, porque uno estaba acostumbrado a que podía ver el cine de Paula Hernández a ojos cerrados, recomendarlo de la misma manera. Igual también todos tenemos derecho a caernos y después, rápidamente levantarnos y comenzar un nuevo camino para enmendar el error. Espero que Paula esté haciendo caso a este instructivo de salvación y pronto nos devuelva la fé y el sabor del mejor cine latinoamericano.
Recomendada!!

SINOPSIS:
Vacaciones de un verano de los ‘70.
Lalo y Bruno son adolescentes, haciendo nada en días llenos de nada.
Pero en una tarde húmeda y sin pedir permiso, llega Lisa, arrasando con algo mas que la monotonía del pueblo.
Treinta años más tarde, Lisa vuelve a irrumpir en esas dos vidas adultas.


CALIFICACION:
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FICHA TECNICA:
Título original: Un amor, 2011, Argentina
Dirección: Paula Hernández
Guión: Paula Hernández y Leonel Dágostino, sobre un cuento de Sergio Bizzio
Asistente de Dirección: Ana Laura Guzzoni
Producción: Verónca Cura, Alejandro Zito
Dirección de producción: Juan Pablo Miller
Fotografia: Guillermo Nieto
Música: Axel Krygier
Reparto: Diego Peretti, Elena Roger, Luis Ziembrowski, Alan Daicz, Denise Groesman, Agustín Pardella, Valeria Lois, Eugenia Guerty, Edgardo Castro, Sebastian Blanco Leis, Gabo Correa, Nicolas Rodriguez Ciotti, Paula IturizaSantiago Rovito, Thomas Kritzer Mindel

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